Aplicando límites y reglas a nuestros hijos
por Natalia Calderón Astorga.
a)
¿Por qué es necesario poner LÍMITES y
establecer REGLAS?
·
Los niños necesitan ser
guiados por los adultos para que aprendan
cómo realizar lo que desean de la manera más adecuada.
·
Es
fundamental establecer reglas para fortalecer conductas y lograr su crecimiento
personal.
·
Los
límites deben basarse en las necesidades de los niños.
·
Lo
que se LIMITA es la CONDUCTA, no los
sentimientos que la acompañan. A un
niño se le puede solicitar que no haga alguna cosa, pero nunca se le puede pedir que no sienta algo o impedirle una
emoción o sentimiento.
·
Los
LÍMITES deben fijarse de manera que no afecten el respeto y la autoestima del
niño. Se trata de poner límites sin que
el niño se sienta humillado, ridiculizado o ignorado.
·
Señale
la situación problemática empleando pocas palabras. Los sermones son poco efectivos y alteran a las personas.
·
Evite
calificar al niño, solamente señale el problema.
·
Sea
firme, pero tranquilo.
b)
¿Qué podemos hacer?
·
Dedique
el tiempo suficiente... Si uno está
mal para enfrentar el día, si no se lleva bien con otros miembros, si se siente
presionado o si tiene temor por el día que se avecina, los niños sentirán esta
tensión.
·
Cuando
no se respetan los LÍMITES, debe traer consecuencias. Las cuales deben ser proporcionales, directas y, en la medida de
lo posible inmediatas a la situación que las provoca. Las consecuencias deben ser adecuadas a la situación. Esto es, que guarden una relación natural o
lógica con la conducta en cuestión.
·
Las
REGLAS deben establecerse de común acuerdo entre padres e hijos, deben ser el
producto de la discusión y el entendimiento.
·
Es
más fácil establecer DISCIPLINA cuando la
persona responsable de los niños realmente se siente satisfecha de estar
a cargo del niño, cuando disfruta al compartir con ellos y cuando es capaz de
respetar la necesidad de seguridad de ellos.
La disciplina da buenos resultados cuando los adultos son firmes,
observadores y afectuosos, nunca si estos se muestran superficiales. La
disciplina debe ser firme pero nunca grosera, respetuosa y no hiriente, o sea
debe controlar pero nunca lastimar al
niño.
·
NO
queremos que los niños crean que porque deseamos ser sus amigos, ellos podrán
hacer lo que deseen. No queremos
tampoco que nos tengan miedo. El mundo
necesita gente que tenga coraje y que sea original, no gente TIMIDA.
·
La
DISCIPLINA depende en gran parte de las habilidades y de las conductas de los
adultos, como también de la capacidad para combinar el afecto y el
control. Esto es difícil, pues exige
mucho de nosotros mismos. La buena
disciplina no es solamente castigar o lograr que las reglas se cumplan, implica
también que nos gusten los niños y que ellos se sientan aceptados y queridos
por nosotros. El proveerles de reglas
claras y apropiadas es sólo para su protección.
·
Nuestra
conducta y actitudes afectan la conducta de nuestros hijos. Es posible que los niños se sientan bien,
pero empiezan a portarse mal si se les dirige masivamente, o se les grita, en
lugar de tratarlos como seres
humanos. Los niños imitan la conducta
de los adultos y si el adulto es grosero, estos también lo serán.
·
La
DISCIPLINA no es sólo una palabra, una técnica o un conjunto de reglas. Se requiere combinar el afecto con el
control; además el planear y el organizar muy bien el espacio, como también
distribuir el tiempo disponible. El
manejo de los niños debe ser gentil pero con autoridad, ofreciéndoles siempre
dirección y conductas apropiadas para imitar.
Los niños necesitan adultos que tengan autocontrol y en quienes ellos
puedan confiar.
·
Además,
debemos recordar que el tono de voz, el uso de las manos, los gestos y las
acciones pueden contribuir a controlar
problemas. Las palabras del adulto
también pueden ayudar al niño a comprender sus sentimientos y los de otros.
“Recuerde el que su hijo (a) estudie o NO lo haga, es una cuestión de REGLAS
y de límites, que los padres debemos aprender a manejar”.
c)
Poner límites claros y adecuados a la
capacidad del niño:
El grado de autocontrol que tienen los niños
depende, en gran medida, de la actitud de los padres. El autocontrol como la tolerancia al dolor se educa. Todos hemos oído casos de niño que a muy
corta edad han sido operados en tantas ocasiones que cuando sus padres les dicen que van al hospital cogen su
osito y no muestran mayor rechazo. Con
la capacidad para tolerar frustraciones y para auto controlar las expresiones
de agrado o desagrado sucede lo mismo.
Un niño puede haber aprendido que cuando papá dice que no, esa decisión
es inamovible, pero también puede saber que se le permitirá gritar, protestar y
tirarse al suelo para mostrar frustración sin que nadie le pare los pies. El grado de autocontrol y de tolerancia a la
frustración está muy relacionado con la capacidad de la familia para hacer
respetar su autoridad. La familia tiene
más razones para saber que debe poner límites claros y que sean adecuados a lo
que el niño puede ofrecer.
d)
Principios básicos para madres y madres que
desean educar bien:
2.
Educar bien es enseñar a:
conocer las propias posibilidades, desear crecer, aceptar nuestras limitaciones
y nuestras virtudes de forma sana, es enseñar a vivir.
3.
Educar bien es enseñar a
adaptarse a todas las situaciones: buenas o malas.
4.
Educar no es proporcionar
experiencias buenas y asilarle de las malas.
Es ayudarle a aprender de ellas.
5.
Para educar bien no existen
recetas, se aprende de experiencias concretas y luego se generaliza.
6.
Educar es una toma de
decisiones constante.
7.
Nuestras decisiones están muy
influidas por cómo hemos sido educados.
8.
Ser conscientes de ello ayuda
a educar más sensatamente.
9.
Educar bien a mi hijo (a), no
es compensarle por loo que nosotros no hemos recibido en nuestra niñez. “Los hijos no nacen con tus carencias ni
necesidades, no se las crees”.
10. Debo ser consciente de lo que me transmitieron
cuando me educaron.
11. Debo educar en el presente con perspectiva de
futuro.
12. Una mala actuación ahora se paga con creces en el
futuro.
13. No debo angustiarme. Si no puedo, busco ayuda.
15. Muchas veces necesitamos una visión objetiva desde
fuera.
16. No dudes en pedir orientación educativa aunque el
problema parezca pequeño.
17. No existen los superpadres, todo el que te comente
que su relación con su hijo es perfecta, puede ser que necesite aparentar o que
no quiere ver los problemas.
18. Nada es lo mismo para un hijo que para otro.
19. Educar bien no es buscar las mismas condiciones
para todos, sino es dar a cada hijo lo que necesita. Hacerlo así no es ser injusto, ayuda a los hijos a crecer
aceptando la individualidad de cada uno.
20. Educando voy a cometer errores.
21. No hay error que no se enmiende.
22. Puedo rectificar sin perder la autoridad.
23. No importa lo que sucedió en el pasado, si hay
problemas hay que “tomar la situación de
inmediato”.
24. Sé positivo.
Dile a tu hijo lo que degusta y pon un límite a lo que no te gusta.
25. Un niño (a) es una antena parabólica
constante. Se entera de todo, lo imita
todo. El niño aprende más de lo que ve,
que de lo que decimos.
26. El mayor deseo del niño es controlar el entorno.
27. En el entorno también estamos nosotros. Controlar nuestras reacciones le fascinará,
incluso aunque sea a costa de que nos enfademos con él o ella.
28. El niño necesita libertad conducida.
29. Si nosotros no ponemos límites a su conducta, lo
hará él.
30. Nunca debo mentirle. Si le enfrento a aquellas cosas que no le gustan pero que debe aceptar, le preparo para
asumir la realidad.
31. Si le miento lo haré un inmaduro (necesitará que
le disfracemos las cosas para aceptarlas) y un inseguro (si no puedo confiar en
mis padres ¿en quién puedo confiar?
32. Debo explicarle las cosas (casi siempre) y de
forma breve.
33. A veces los niños necesitan un “Porque yo lo
digo”.
34. Levantar castigos o encubrir los errores sólo es
sobreprotección. Las personas sólo
aprendemos de nuestros errores si vivimos las consecuencias de los mismos. Formamos hijos inmaduros incapaces de
enfrentarse a la frustración.
35. El mayor deseo de un niño es que papá y mamá estén
pendientes de él.
36. La atención que le prestamos es nuestra mejor
arma. Quién sabe cómo y cuándo prestar
atención a su hijo(a) sabe educar.
Todos estos principios se pueden resumir en el
siguiente pensamiento:
·
Sé que puedes.
·
Por eso te enseño y te exijo.
·
Y como sé que te cuesta
esfuerzo, te lo reconozco.
e)
¿Cómo aumentar las conductas positivas y
eliminar las negativas?
·
Tenga en cuenta que igual que
usted como padre – madre puedes modificar la conducta de tus hijos, éstos
modifican de forma intuitiva tu propia conducta.
·
Las normas deben ser claras,
esta bien definidas, y se adecuadas para cada niño según la edad.
·
Es importante establecer
diferencias entre los hermanos. De otro
modo los mayores tienen la sensación de que crecer sólo trae consigo
obligaciones y no tardarán en aparecer conductas regresivas (comportamiento
infantil) y, por su parte, lo pequeños no desearán crecer, ¿para qué perder privilegios?
·
No es injusto que un pequeño
se quede, por ejemplo, sin ir a una actividad o no pueda recibir una bicicleta
hasta tener 3 años más. De este modo
deseará crecer y hacerse mayor como su hermano. Hacerse mayor será deseable porque ser pequeño no trae consigo
todos los privilegios.
·
No pida cosas que el niño o la
niña no puede hacer.
·
Cuando exija al niño, no actúe
de forma contradictoria.
·
Sea coherente en la aplicación
de las normas.
·
Cuando se produzcan
desacuerdos entre los padres sobre la forma de educar a los niños, nunca se
deben discutir delante de ellos.
·
No se desautorice nunca.
·
No modifique los castigos
(consecuencias) una vez anunciadas.
·
No castigue con algo que no
pueda cumplir.
·
Acostúmbralo a pedir permiso.
·
Cuando tengas que poner un
castigo: no te alteres, por nada del mundo.
f)
Finalmente recuerde:
Los adultos que conviven con el niño tienen que
estar de acuerdo acerca de los límites que debe tener: qué se le permite y qué
se le prohíbe. Hay que ser cuidadoso
con el castigo, porque si éste no se
lleva a cabo adecuadamente, el niño no aprenderá lo que es bueno y malo, no fortalecerá su moral.
Tal vez deje de hacer lo que se
le censura por temor, pero no por
convicción. Lo importante es que el
adulto ejerza su autoridad de manera
que le dé la oportunidad al niño de
aprender algo de la experiencia. Ante
un berrinche, por ejemplo, se lo puede
ignorar, excluir al pequeño del grupo hasta que se calme, y explicarle que esas
son las consecuencias de su acción.
Aprenderá a tener más cuidado la próxima vez. Se le puede invitar a que participe en la reposición del daño causado, remendando el libro
destruido, el juguete quebrado, el dedo maltratado del hermano y, por último,
es importante afirmar que la censura mediante palabras o gestos es
a menudo insuficiente para que el niño se dé cuenta de que con su acción ha roto el vínculo de confianza mutua y de
solidaridad al hacer algo desagradable a los otros, si existe una fuerte
relación familiar.